domingo, 3 de abril de 2016

"El cuento de la princesa Kaguya" (Isao Takahata, 2013)

Basada en un cuento popular japonés anónimo del siglo IX, "El cortador de bambú". La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentran a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Convertida rápidamente en una hermosa mujer, es pretendida por muchos hombres, incluido el emperador, pero ella los rechaza a todos porque asegura venir de la Luna y debe volver allí.



El Cuento de la Princesa Kaguya está basado en una de las leyendas más populares de Japón, cuyo nombre es 'Taketori Monogatari' (El cuento del cortador de bambú). Es una historia completamente atemporal. Trata sobre una niña nacida de un brote de árbol de bambú, que cuando crece se convierte en una hermosa princesa. Y voy al grano. La primera hora de metraje es antología pura, una obra maestra. Ver crecer a la princesa recuerda en todo momento a esos 20 minutos también mágicos de 'El Arbol de la vida', cambiando en este caso Texas por el Japón más tradicional y mitológico posible. Todo la parte rural de la historia es una locura, la mires por donde la mires.

Estamos hablando de 128 minutos de metraje que se antojan excesivos para mantener esa barbaridad narrativa que Takahata se saca de la manga en los primeros 60. Es esa segunda parte, alejada del campo, la que no consigue mantener el nivel hasta culminar de nuevo, con cinco minutos finales de aúpa. 

La inocencia y delicadeza que desprenden los carboncillos y acuarelas de su animación es pura magia. Da igual el fotograma que escojas, al azar, uno cualquiera, son verdaderas obras de arte diseccionadas a lo largo y ancho de la película. De Isaishi ya no voy a decir nada porque me da la risa. Partitura y canción (la de los créditos finales) del año.

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