jueves, 3 de enero de 2019

Julieta, desnuda ( Jesse Peretz, 2018)

Julieta, desnuda ( Jesse Peretz, 2018)


Por Adelaida Valcarce 


Si hay una modalidad del género de la comedia romántica que merece ser revisitado cada cierto tiempo para regocijo de sus incondicionales es el  genero de películas denominadas de "amor". En el recuerdo están Love Actually (2003), Notting Hill (1999), Cuatro bodas y un funeral (1994) o  la más reciente Una cuestión de tiempo (2013).

Sin desmerecer al formato de comedia romántica made in Hollywood, los films realizados en Gran Bretaña aportan un toque especial apegado a la realidad, no tan naif, que prefiere encontrar la complicidad del espectador buscando paralelismos con su propia vida. No se trata de un idealismo de cuento de hadas, de algodón de azucar y vacío, sino de  personajes maduros en busca del amor real y ajustado a su edad. Por todo ello, es para celebrar el estreno de Juliet, desnuda, que además está basada en una novela de Nick Hornby, autor también de la celebérrima Alta fidelidad (2000). No llega a las cotas de esta última pero deja un poso en el espectador muy gratificante.

Al igual que en aquel film, en Juliet, desnuda, encontramos a Duncan,  un casi cuarenton un tanto inocente y al que le apasiona la música, aunque aquí su obsesión  se centra en el único álbum lanzado por Tucker Crowe, un músico que, al igual que Sixto Rodríguez, el protagonista de la fantástica Searching for Sugar Man (2012), desapareció hace décadas de la escena musical sin dejar rastro. Pero por azar, la novia de Duncan, Annie, termina intercambiándose correos con el desaparecido músico. Así, un vínculo especial se establece entre Annie y Tucker cuando estos descubren que comparten el mismo sentimiento agridulce: la sospecha de haber desaprovechado buena parte de sus vidas como adultos y de que posiblemente sea demasiado tarde para corregir errores e intentar riesgos que les lleven a existencias más satisfactorias. Es decir, unos sentimientos universales que todos tenemos en algún momento de nuestra trayectoria vital según nos hacemos mayores. 

La cinta nunca llega a ser una comedia desternillante ni un romance único,  pero hay una ternura auténtica en la forma en la que se construye la relación nada ñoña entre Annie y Tucker, por la torpeza de ambos a la hora de acercarse el uno al otro, y porque Rose Byrne y Ethan Hawke están fantásticos dando vida a estos viejóvenes. 

La película se ambienta en uno de esos pueblecitos costeros en los que te aburres como una ostra pero que albergan un encanto peculiar, mientras que la trama aborda conflictos propios de la madurez como crisis vitales, expectativas incumplidas, cómo asumir  los errores del pasado y responsabilidades familiares. Quizá  el personaje al que da vida Chris O’Dowd, el fan irredento y talludito, está un tanto desdibujado, pero es sólo un pequeño detalle que no desmerece el conjunto.  Por otro lado, el desenlace es previsible ,  pero la experiencia del visionado de la cinta es positiva y agradable, porque sientes haber sido testigo de un romance discreto pero profundo entre dos personas que se apoyan ambos para sobreponerse a lo que la vida les tenía designado y que tanto se aleja de los sueños de juventud.

No es una película de honda huella pero si disfrutable y a su modo original, al mostrar las frustraciones del ser humano al crecer de una manera dulce y simpática.