miércoles, 11 de julio de 2018

Happy End. Michael Haneke, 2017

Happy  End. Michael Haneke, 2017 

Por Adelaida Valcarce 



Una mujer adulta se prepara en el baño antes de dormir: se lava los dientes, se enjuaga, se da crema, hace pis, tira de la cadena y desaparece tras apagar la luz camino de la cama. Está cotidianeidad tan reiterada, de sobra conocida, es grabada por alguien al comienzo de la película . El director  no es otro que Michael Haneke y quiere hacernos partícipes de su voyerismo. No es la pŕimera vez que las imágenes captadas de forma casera fascinan al cineasta (El vídeo de Benny, 1992n) ni será la ultima. 

"Happy end", que muchos consideran menor en su filmografía, no es tal.  Presentada en el ultimo festival de Cannes, el film contiene todos los temas que obsesionan al cineasta y que tan magistralmente sabe llevar a la pantalla; está  la eterna descomposición de la alta burguesía, atrapada en sus depravaciones como si fuera víctima de sus propios abusos,  tambien hallamos la violencia a veces sin motivo aparente filmada siempre en plano largo, para que el espectador la sufra doblemente, al enmarcarla en su entorno y a la vez esforzarse por entenderla. También hay niños víctimas que serán verdugos y martillos para machacar a otros. Y también hay muerte, natural y provocada.

Y con este cóctel, Haneke se apoya en unos actores precisos como cirujanos que cortan sus personajes a la medida del director, como trajes guante: Jean Louis Trintignant (Amor, 2012),  Isabelle Hupper (La pianista, 2001), Franz Rogowski ( En tránsito,  2018) y sobre todo la casi debutante Fantine Harduin, entre otros. 

Y es que la trama no puede ser más sencilla. Una familía acomodada de Calais (lugar de paso, atestado de inmigrantes) vive ajena a la realidad que les rodea en plena decadencia económica y moral mientras intentan aparentar lo contrario. El patriarca, un anciano que sólo desea morir, convive con sus dos hijos, ambos con familias desestructuradas a pesar de su aparente normalidad.  Este escenario  se verá agitado con la llegada de una jovén miembro de la familia que viene a descomponer lo que con tanto trabajo se intenta mantener en pie.

Esto es Happy  end, un peldaño más en la magna filmografía de Michaél Haneke. Sólo queda paladearla  pausadamente, como  se degusta un manjar, pero, ojo,  lo que verán los espectadores en la pantalla es una delicatessen apta sólo para paladares resistentes. No les defraudará. 

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