jueves, 30 de enero de 2014

"Ignasi M" y su cargamento de humor y placer (Ventura Pons abordando de nuevo un documental) // Por Pedro Joaquín del Rey







La industria cinematográfica de Barcelona ha tendido casi siempre --los recientes lustros más-- a una falta de convencionalismo --piénsese sin ir más lejos y solo como mero ejemplo en lo muchísimo que ha aportado la Escac-- que, no obstante algunos traspiés y experimentos de los de naturaleza gaseosa, no se ha dado de tan fructífero e intenso modo en la producción originada en Madrid.

Dentro de tal contexto la carrera de Ventura Pons muestra una rigurosa coherencia y un compacto carácter que con inusual frecuencia se ven, pues se trata de uno de los directores ibéricos contemporáneos que con mayor y más delineada claridad afronta sus propuestas --seguro que ya tiene bastante preparado y planeado su siguiente largometraje [no olvidemos que es productor, su autoproductor, y eso le lleva a trabajar con un sentido del negocio y de la factibilidad económica e institucional y de la repercusión en el espectador que parecen, y perdónesenos el aquí no desatinado tópico, palmariamente catalanes]--.

El guionista-realizador de Ignasi M., cineasta baqueteado cuyos personajes hablan en la lengua que Pompeu Fabra normativizó y que ha sabido basarse con sagaz mano y tiento --a través además de las interpretaciones de actores y actrices solventísimos, con gran soltura utilizados y que se apoderan sin problemas de los planos y la cámara entera-- en variados, eficaces y penetrantes soportes literarios (añadamos que Pons con frecuencia ha usado la Ciudad Condal y la idiosincrasia de la misma así como el conocimiento que él tiene de su geografía urbana y humana en tanto que cardinal eje de sus audiovisuales relatos), regresa en su última película a la modalidad narrativa de la no-ficción --también la visitó en El gran Gato, de 2003, semblanza del músico Gato Pérez-- en que debutó, durante la fundamental época de la Transición --ese especial período que para el séptimo arte resultó tan lleno de expectativas y promesas [en escaso número se cumplieron o mantuvieron] y de títulos irrepetibles, reveladores e incluso marcianos--, con Ocaña, retrat intermitent, un documental de 1978 en torno a José Pérez Ocaña, aquel pintor andaluz que murió quemado de modo accidental pocos años después del rodaje y que se movía en los ambientes de una homosexualidad y transexualismo barceloneses todavía entonces no completamente manifestados al pleno sol del día y sin disimulos y medias voces.





Ignasi M., que se estrena mañana viernes 31 de enero en la Cineteca Madrid (permanecerá en cartel ahí en el Matadero hasta el próximo 22 de febrero), efectúa un empático y no liviano acercamiento al dicharachero, viagrero y narcisote museólogo Ignasi Millet, a su sida bastante bien llevado con el supercóctel medicamentoso que los facultativos recetan para convivir con la enfermedad, a sus filias y manías, a su ego coquetón, a su alegría de existir, a su festiva condición gay, a su catalanismo independentista, a sus pasiones estéticas, a su progenitor --un hombre anciano con una reciente tentativa de suicidio--, a su madre --que deja patentes las diferencias con el padre--, a sus dos queridos hijos --uno de ellos ha descubierto en su interior unas tendencias hacia cierta luz de religiosidad [¡cómo cambian las generaciones y cómo cambian las tornas entre ellas!]--, a su situación económica repleta de deudas --que no le achantan, al menos de boquilla--, a esa maravillosa exesposa a la que le ha fallado el cuerpo pero no el espíritu y que pilota una silla de ruedas desde la que se come el mundo --y el mundo no se come a esta mujer, que continúa enamorándose pero ahora con lésbico derrotero--, etcétera, etcétera.

Cabe contemplar Ignasi en calidad de reverso de Ocaña, por supuesto no necesariamente intencionado. Los tiempos de Ocaña, que separan aquel momento histórico del actual, eran más duros y obscuros, aunque entonces resplandecían horizontes que se miraban con mayor ilusión y proyección hacia un futuro del que todavía se pensaba que podía dejarlo todo transformado de raíz. Las fuerzas anímicas de Millet se hallan más estabilizadas --a pesar de los ruines tentáculos bancarios y del mal virus que porta en su sangre, un bichito que ya no mata--, la vida en general no le disgusta, hay menos grandes esperanzas y más relativas seguridades, la homosexualidad es --aunque no totalmente homologada en lo social-- más abierta, los vástagos te salen okupas pero no comprometidos en arduas luchas en pos de obviedades --en verdad acomodaticios y nada rebeldes--... En fin, casi cuarenta años no pasan en balde.



Ficha de Ignasi M.--Director, guionista y productor: Ventura Pons. Fotografía y cámara: Andalu Vila San Juan. Sonido directo: Natxo Ortúzar. Mezclas de sonido: Àlex Pérez. Diseño gráfico: Arnau Millet. Compañía de producción: Els Films de la Rambla, S. A. Año de producción: 2013. Duración: 87 minutos.

Sinopsis: Ignasi M., reputado museólogo, vive tiempos dramáticos pero tiene la capacidad de explicarlos de forma delirantemente divertida. Durante los años de bonanza todo le iba viento en popa, pero con la crisis, su empresa quebró. La intentó salvar hipotecando su casa y está a punto de perderla acuciado por los bancos. Es gay seropositivo y participa en un programa de ensayo clínico, mientras intenta aguantar los malos tiempos y rehacer su cotidianidad disfrutando cada minuto de su vida. Su anciano padre ha intentado suicidarse y está recluido en una residencia. Su ex-mujer, se mueve en silla de ruedas, y ha descubierto su lesbianismo. Sus dos hijos emigraron muy jóvenes de okupas a Londres donde se han convertido, el mayor en un gran diseñador de FX visuales y el menor en fotógrafo muy prestigioso, pero convertido al evangelismo... Una familia compleja unida por el amor y la creatividad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario