viernes, 22 de marzo de 2019

Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019)

Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019)


Por Adelaida Valcarce 


Un fino hilo casi imperceptible une toda la filmografia de Pedro Almodóvar. Cada película tiene mucho de él y su mundo, de sus recuerdos en definitiva. La órbita cosmopolita de Madrid, se opone a esos pueblos de la España profunda, con personajes rudos, fuertes y sobre todo muy de verdad
Lo local sirve a Pedro para ahondar en los sentimientos que en Dolor y Gloria nos muestra como en ninguno de sus films. Nos encontramos ante un realizador menos provocador que antaño, deslizándose de la comedia al melodrama y mostrando de forma tajante su realidad, sus miedos, sus afectos y su interior. Lo hace como siempre sin renunciar a su cosmos, tan rico porque si hay un director que ha sabido hacer todo su cine reconocible es Almodóvar.

En Dolor y gloria, Salvador Mallo es un director muy reconocido  que  lleva años sin hacer peliculas. Vive una existencia marcada por sus males fisicos pero tambien por los males del alma. El detonante que inicia la accion es la restauracion de una de sus antiguas cintas y la idea de contactar con uno de los actores que alli actuaba y con el que lleva sin hablarse desde el rodaje.
A continuacion y mediante continuas ensoñaciones del pasado, van pasando distintos momentos clave del  Salvador niño, con la constante presencia de la madre y que han forjado lo que es en la actualidad

Dolor y gloria se centra en la necesidad de alcanzar cierta redención a través del arte y de la indisoluble unión de la propia vida y las pasiones formales que dan sentido a la vida de Mallo (un inspiradísimo Antonio Banderas). Es, por tanto, una magnífica encrucijada de auto-referencias, fragmentos que podríamos denominar retratos costumbristas y autoficción con abundantes meandros  que nos hacen entrar y salir del torrente narrativo principal, sin conseguir dilucidar nunca del todo qué separa la realidad de la ficción. En este aspecto, podríamos decir que en  en la película es fácil ver al Almodóvar más honesto y real de todas sus cintas pero sin resultar impúdico.

Probablemente nos encontramos ante una de las mejores cintas de la carrera de Pedro.  El manchego se mueve como pez en el agua a lo largo del metraje, contando esta historia con rasgos autobiográficos. Antonio Banderas da vida a un personaje a imagen y semejanza del realizador, con el recuerdo a su madre, interpretada por Penélope Cruz y Julieta Serrano en los distintos momentos de la acción.  Todas las actuaciones son sublimes y a ello se une  la presencia de otras grandes actuaciones como la de Asier Etxeandia. Actores con gran carrera profesional que se entremezclan con jóvenes artistas nuevos en una simbiosis perfecta.

El realizador continúa con su exitosa y singular visión del cine, aportando una mayor austeridad, pero como un gran narrador que nos lleva por un viaje emocional a través de un guion y un montaje excepcionales. Almodóvar cura de esta manera sus viejas heridas, donde el dolor y la gloria han estado muy presentes, pero también el deseo.

Sólo una recomendación al espectador: disfrute de los pequeños detalles siempre tan cuidados por el director, vea lo que enmarca cada escena, sus fotos familiares, los cuadros que ama y decoran las estancias, los libros que aparecen en los encuadres y no están ahí  puestos al azar , y sobre todo la luz de la niñez, su sutileza y calidez sin dejar de ser luminosa. Estamos ante una obra maestra para disfrutar muchas veces. 

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