jueves, 14 de noviembre de 2024

L’homme d’argile (Anaïs Tellenne, 2023)

L’homme d’argile, el primer largometraje de la directora francesa Anaïs Tellenne, que se presentó  en la sección Orizzonti Extra de la 80.ª edición del Festival de Venecia, constituye una obra que desafía las ideas predefinidas y elude todos los estilos habituales del cine contemporáneo sin caer en una originalidad forzada. 

El tema de la película, que resulta sorprendente y evasivo a la vez, se explora con serenidad, con una pizca de misterio y exploración de las clases sociales y, sobre todo, con una incursión sin igual en el romanticismo, cortesía de un hombre corriente al que su físico ciclópeo le mantiene apartado del resto del mundo y de una artista que "odia la sensación de sentirse observada y juzgada"

Raphaël (Raphaël Thiéry), de 58 años, es el conserje, jardinero y manitas de una casa solariega aislada en medio del bosque —que lleva mucho tiempo deshabitada— donde tanto él como su madre (Mireille Pitot) viven en una de las dependencias. Más allá de los ensayos de gaita con la banda Terra Gallica y de las escapadas al bosque junto con la cartera (Marie-Christine Orry), el protagonista apenas tiene contacto con el mundo exterior. Hay que decir que su mastodóntica y tuerta coraza esconde tras de sí una fuente de preocupación más que otra cosa. Sin embargo, la llegada —en plena tormenta y sin equipaje— de Garance (Emmanuelle Devos), la liberada y solitaria heredera de la casa, que a su vez es una artista contemporánea a la que llaman "la dama azul" —famosa tanto por sus actuaciones como por tatuarse el cuerpo con cortes de carnicero—, pone patas arriba la vida de Raphaël y, con el tiempo, también la forma en que se ve a sí mismo. Y es que, al tiempo que sigue la pista de su extraña vecina, Raphaël se da cuenta de que Garance le ha elegido como modelo para sus estatuas de arcilla. Pero, ¿qué razón hay detrás de esto? ¿Se trata de un simple gólem en el que la artista ha decidido inspirarse, o hay algo más?



Al abordar esta historia, que cuestiona la normalidad en la condición humana y la influencia de la visión que los demás tienen de nosotros, la directora (que también escribió el guión) opera en un registro relativamente inusual, de manera que mezcla un relato distante con el  realismo  y crea una atmósfera y un ritmo muy personales. A pesar de que se trata de elecciones arriesgadas, acaban dando sus frutos en una película muy atractiva que debe mucho a sus dos carismáticos protagonistas y que, al mismo tiempo, constituye una prueba irrefutable de la llegada de una cineasta con voz propia.

Una delicia ver esta maravilla en el Festival de cine por mujeres.



Mond (Moon). Kurdwin Ayub. 2024

Tan solo dos años después de su enérgica ópera prima, Sonne, la joven cineasta kurda afincada en Viena, Kurdwin Ayub ha presentado otra historia sobre una chica rebelde, esta vez ambientada en Austria y Jordania. Una vez más, los dispositivos electrónicos (esta vez utilizados principalmente como herramientas de liberación) desempeñan un papel crucial en la trama, mientras que los saltos entre las distintas realidades son bastante físicos. Como era de esperar, habiendo transcurrido tan poco tiempo desde el primer largometraje de Ayub, este segundo trabajo no está tan pulido, pero no deja de ser intrigante por su tensa narrativa y su orientación hacia un público más amplio gracias a una trama sencilla con toques de thriller. Mond (Moon) celebró tuvo su estreno mundial en la competición internacional del 77.º Festival de Locarno y fué uno de los ocho títulos de la sección dirigidos por mujeres. Ahora llega a España gracias al Festival de cine por mujeres 2024

Sarah (interpretada por Florentina Holzinger), una ex deportista de artes marciales, tiene dificultades para llegar a fin de mes como entrenadora, algo que su hermana mayor le recuerda constantemente. Un día, de forma inesperada, aparece una oferta de trabajo como entrenadora personal en Amán, que Sarah acepta sin pensarlo. Se marcha a Jordania, a pesar de las advertencias de sus amigos, disfrazadas de bromas desagradables sobre un posible choque cultural. Contratada por el heredero de una familia rica para entrenar a sus tres hermanas adolescentes, Sarah es recibida en una casa lujosa pero lúgubre, donde empieza a impartir clases en el sótano. Sin embargo, las chicas no parecen demasiado motivadas,



A pesar de esta situación en la que Sarah, una mujer independiente de un país liberal, parece estar en condiciones de ayudar a las tres hermanas a salir de su prisión, la realidad es que la propia Sarah también está encerrada. Se siente atrapada en un bucle constante entre su hotel de Amán y la fantasmagórica casa de las chicas, sin perspectivas de futuro. Además, los secretos familiares se van abriendo paso.

Además del tema central de la libertad femenina, la historia presenta una intrigante dimensión social, quizá reflejada involuntariamente por Ayub. Sintiéndose perdida e insegura tras el final de su fulgurante carrera en las artes marciales, en un país supuestamente protegido socialmente como Austria, Sarah toma la impulsiva decisión de aceptar una dudosa propuesta de trabajo en el extranjero. Prácticamente emigra a Oriente Medio y acaba como algo parecido a una “au pair”, un tipo de trabajo que solemos asociar a los orientales que trabajan en Occidente, y no al revés. En este sentido, Mond también aborda la dinámica económica del cambiante contexto geopolítico mundial, ampliando el alcance de la película más allá del entorno inmediato que describe.

En definitiva, cine con mayúsculas que nos acerca a realidades menos conocidas y que nos situa en el mundo femenino más allá de nuestro entorno.